SIGLO XXI
Los acontecimientos de hoy en nuestro país son como ecos que se desprenden del pasado. Percibo los malones que levantan la polvareda entre el hierro y el cemento de las ciudades. El grito de impotencia buscando justicia se eleva descarnado serpenteando entre las calles, los campos arrasando escuelas, hospitales, todo.
El siervo desde su lugar desamparado, masticando el hambre, escupiendo desaliento se levanta feroz. El rey, instalado en el gobierno, mira, observa, se justifica, engaña, se resbala en promesas mientras sus bolsillos se llenan con el hambre, el dolor de los pobres.
El remington y el telégrafo del ayer cobran vida en la Televisión e Internet mostrando la realidad que ellos quieren desconcertando a los pusilánimes que no entienden.
Triste realidad de este siglo XXI donde la esclavitud ha puesto grilletes en el alma con la ignorancia, con la traición.
YO ME CALLO, TÚ TE CALLAS, ÉL SE CALLA!!
-Yo me callo, tú te callas, él se calla!!- mantra que aún persiste en mi interior recordando el camino devorado por la ventanilla del ómnibus mientras la neblina diluye los contornos de la banquina. El parabrisas empañado dibuja hilos paralelos hasta llegar a la consola vertical del vehículo. Una chicharra intermitente acusa que el chofer superó la velocidad admitida. El chirrido de los frenos, otra vuelta en el asiento acomodando mi humanidad sobre el asiento desgastado mientras una voz: -A La Falda. Son $5,20 – aclara el chofer mientras con gesto autómata prepara el boleto.
-¿Cómo ... aumentó?- sorprendido el pasajero con la mirada incrédula.
- Sí, hoy aumentó y el próximo es para el 5 de octubre.
Silencio y desazón. Simplemente el pasajero revuelve en su bolsillo sacando lo que le falta para completar el pago. Y en mi interior: - Yo me callo, tú te callas, él se calla…..”
El vehículo retoma el envión, cruje la caja de velocidad, la puerta se cierra con un golpe seco cortando el frío que en instantes invadió el habitáculo. Un nuevo giro en el asiento. La ventanilla continúa tragándose la ruta desdibujada a través de la humedad. Amortiguada escucho a otro pasajero con su charla monótona dirigiéndose al conductor hasta que como en un susurro escucho:
-“ Avisale al próximo chofer que no tengo luz de giro, ni balizas. Que las luces bajas son muy débiles…”- Dentro mío estalla la impotencia: aumenta el precio del servicio disminuye la calidad. Y más aún… sin las normas reglamentarias, mayores posibilidades de accidentes.
-“Yo me callo, tú te callas, él se calla……” y así con la monotonía de este mantra me quedo, se queda, nos quedamos en silencios encerrados en el mutismo, en el no te metas, en una inmovilidad crónica transformándonos en espectros, marionetas de los grandes capitales.
QUIETA
Quieta, entre los estertores de la tarde, miro a los pájaros dibujando espirales en la niebla espesa y grisácea. Soy un punto, profundo y vacío, preguntándome dónde está el límite entre lo que es y lo que creo que es. Y las preguntas se escapan por la vertiente del tiempo, secas de comprensión, hartas de soledad.
Si es el viento, sólo se conforma en cosquillear a los árboles colmados de verdores. Si es la lluvia, se escapa presurosa en densas nubes que juguetean sin parar regalando, una a una, las gotas que la tierra espera con desesperación. Si es la tierra, ella solo se apresta a absorber, pues es tanta la sequedad. Y por más que los pájaros canten aturdiendo en esta tarde estival, el desasosiego, la desesperanza caminan lentamente sobre calles, edificios, por esta triste realidad.