miércoles, 18 de noviembre de 2009
LA MADRUGADA
La madrugada se despereza
ingenua y remolona;
tapada de grises,
arrullada de cantares.
Las gotas acarician
trémulas y sensuales
el esmeralda de las hojas.
Las corolas se abren
desprendiendo sus perfumes.
La mañana se despierta
bañada de esperanzas.
Canta el zorzal
desde la quieta rama.
Un rayo de sol
se hunde en la negrura de su pupila.
Destellos mágicos
se desprenden de sus plumas
cuando el gorjeo cadencioso
embeleza el entorno.
jueves, 1 de octubre de 2009
FOTOPOEMA: Soledad
ESTE FOTOPOEMA ES JUSTAMENTE LA CONCRECIÓN DE UNO DE ESOS MOMENTOS DONDE EL ALMA SE AQUIETA Y SE CONMUEVE.
LOS LLANOS DE CHANCANÍ ESTÁN UBICADOS AL OESTE DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA, ARGENTINA. TODA SU INMENSIDAD PUEDE OBSERVARSE DESDE LA MARAVILLA DE "LOS TÚNELES".
lunes, 14 de septiembre de 2009
¡NIÑO, MI NIÑO DE LA ESCUELA RURAL
"Canto a la Escuela Rural" Gladys Acevedo
¡Niño, mi niño de la escuela rural!
Estrellita escapada del cielo
para dormir en un cuento bajo el algarrobal.
¡Niño, mi niño de la escuela rural!
manitas tomadas a las riendas de una estrella fugaz,
tus pasos alegran el arenal.
¡Niño, mi niño de la escuela rural!
Tu voz se hace canto con el zorzal
y vuela tu alma sobre el manantial.
En las mañanas, recorriendo el corral,
corderitos saltarines son tus amigos
y con ellos te pones a jugar.
El sol desde lo alto alumbra tu cara
radiante de felicidad cuando caminas presuroso
hacia tu segundo hogar.
Un sin fin de trinos
se descuelgan de los árboles
marcando el ritmo de tu caminar.
Crujen las piedras, el polvo se levanta,
aromas de tomillo enredados en los senderos
te regalan una fiesta sin igual.
Tu burrito compañero te acuna al trotar.
Las alforjas todas llenas sueltan risas,
a las nubes quieren trepar.
La mochila saltarina tintinea
al compás de lápices y cuadernos
que ya quieren trabajar.
Y a lo lejos la campana
te avisa que estás por llegar.
La escuela te espera como tu segundo hogar.
Blanca como la luna
tu maestra en el umbral.
con sus brazos abiertos y su mirada de trigal.
Ella, tu guía, tu luz de sabiduría.
Vos, una estrella dispuesta a iluminar.
Juntos en la escuela buscando la libertad.
¡Niño, mi niño de la escuela rural!
Estrellita escapada del cielo
para dormir en un cuento bajo el algarrobal.
¡Niño, mi niño de la escuela rural!
Manitas tomadas a las
lunes, 31 de agosto de 2009
¿Qué es la ruralidad?
¿Qué es la ruralidad?
Ruralidad es...
caminar sin prisa apretando
las piedras incrustadas en el camino.
Es dejar huellas en la arena escurridiza del guadal.
o recorrer senderos dibujados en los cerros.
Ruralidad es…
mirar el cielo…
descubrir cada mañana colores vistiendo el horizonte.
Percibir el paso de la vida entre verdores,
mirar las estrellas rutilantes,
la luna en todas sus formas.
Es admirar el camino del sol
desde el alba hasta el ocaso.
Ruralidad es…
de los árboles, de los pájaros,
de todos los seres que se esconden,
o que brincan mientras el tiemo
les regala el movimiento eterno.
Ruralidad es…
El silencio cantando en las madrugadas,
bailando en las noches estrelladas.
Es la soledad abrochada de palabras
que rebotan entre las quebradas.
Pero Ruralidad también es …
La rudeza de las manos apretando el arado.
El milagro del renacer cuando llega
la cosecha sazonada de esperanzas.
El galope levantando el polvo
confundiéndose con el paisaje.
Es el canto de los baldes desbordando el agua
que surge de las entrañas de la tierra.
Es la lucha continua de la gente
que viste el alma con el paisaje.
Pero por sobre todo Ruralidad es…
La mirada de los niños recorriendo
caminos polvorientos llenando con sus risas el silencio .
Es la mochila brincando sobre sus espaldas
con las manos anudadas a las riendas de algún burrito.
Es la mano tendida del maestro
que paciente espera al son de la campana.
Es la tiza, el lápiz y el cuaderno,
todos juntos, llenando de saberes a tantos retoños.
Es el libro suspirando en los estantes,
es la mano del maestro diciendo: “Tú puedes”.
más allá del televisor y la tecnología.
Niños y maestros de nuestro terruño
se convierten en estrellas en miles de escuelas.
El silencio y la soledad regalan a borbotones
sabiduría y bienestar recorriendo senderos,
huellas y caminos buscando la libertad.
Libertad para decidir,
Libertad para crecer en medio de la ruralidad.
Y la escuela, en la sierra, en la selva, en la pampa,
donde sea, se convierte en la sal para sazonar
los nuevos espíritus para la posteridad.
sábado, 29 de agosto de 2009
OBRAS GALARDONADAS DE LA AUTORA
CERTAMEN LITERARIO POESÍA, NARRATIVA E HISTORIOGRAFÍA
“ARAUCO, VOCES DEL TIEMPO – EDICIÓN
GÉNERO: Reflexión
SIGLO XXI
Los acontecimientos de hoy en nuestro país son como ecos que se desprenden del pasado. Percibo los malones que levantan la polvadera entre el hierro y el cemento de las ciudades. El grito de impotencia buscando justicia se eleva descarnado serpenteando entre las calles, los campos arrasando escuelas, hospitales, todo.
El siervo desde su lugar desamparado, masticando el hambre, escupiendo desaliento se levanta feroz. El rey, instalado en el gobierno, mira, observa, se justifica, engaña, se resbala en promesas mientras sus bolsillos se llenan con el hambre, el dolor de los pobres.
El remington y el telégrafo del ayer cobran vida en
Triste realidad de este siglo XXI donde la esclavitud ha puesto grilletes en el alma con la ignorancia, con la traición.
Distinción Huaymocacasta 2009
GÉNERO: Poesía contemporánea
Noche y soledad
Noche y soledad
muerden la escarcha del vidrio
que sostiene mi mirada.
El grito perdido en el tiempo
se monta sobre la lanza
y con furia loca
cabalga, cabalga.
La mirada de los indios
se dibujan
en los cristales de la escarcha
aflorando sus huellas
sobre la arena mojada.
Quedaron sus sueños,
quedaron sus esperanzas
tatuadas en las bardas
Sus lágrimas se derraman
tristemente en arroyos y aguadas.
Triste la soledad de la pampa.
Triste su llanto lastimero.
Triste el olvido
pegado en la escarcha
de los vidrios que me atrapan.
Noche y soledad
muerden la escarcha del vidrio
que sostiene mi mirada.
En el rancho de don Rosendo, allí donde el diablo perdió el poncho, jugueteaban los tres hermanos. Dentro del corral construido de piedras, con el ir y venir de las cabras de todos los tamaños y colores, los pequeños desde lejos eran uno más del montón que gritaba y berreaba con las fuerzas que sólo se ve en el campo.
La madre, mujer rústica pero guapa como ella sola, ensimismada en el puchero que saltaba dentro de una enorme olla de hierro esperaba pacientemente a su hombre quien desde la madrugada había ingresado en el espeso monte.
Toda la tranquilidad de esa mañana de enero envolvía el entorno.
A lo lejos, haciendo crepitar las piedras del sendero, un hombre misterioso caminaba despacio pero firme frunciendo el entrecejo cubierto por el ala de un gran sombrero negro.
Su respiración rebotaba en cada uno de los árboles que se aglutinaban a los costados del camino asustando a los pájaros que volaban desde sus nidos. Más avanzaba y el silencio original se convertía en mordaza pegajosa.
En el rancho, la olla del puchero había ganado con el hervor rítmico la atención de la mujer, hipnotizándola. Las risas y los gritos de los chicos, poco a poco, se fueron metiendo en las burbujas hirvientes quedando el corral en una quietud fantasmal. Sólo el menor, de escasos dos años, distraído por un brioso corderito guardó sus risas mientras acariciaba la piel enrulada del animal. Los demás quedaron como suspendidos mientras el misterioso hombre atravesaba la tranquera.
El cielo se nubló y la negrura tapó sin piedad al rancho de Don Rosendo.
Con cada paso, las burbujas de la cocción atrapaban una partecita de la realidad. Más se acercaba, más hervía el contenido de la olla, hasta que con el último paso desplegó su negro poncho en toda su amplitud cubriendo la puerta del rancho. Sus ojos bajo el sombrero, como dos brasas candentes, se dirigieron hacia la pobre mujer inclinada sobre la olla que despedía gotones hirvientes cada vez más grandes.
Una risa espeluznante invadió la casa paralizando todo movimiento. Suspendidas en el aire, cientos de burbujas mostraban a cada uno de los seres que momentos antes disfrutaban de la mañana.
El hombre dio tres pasos pronto a cubrir las burbujas con su poncho. Todo el entorno estaba allí listo para ser guardado en el poncho maldito. Los ojos, la risa y su actitud de victoria le dieron más fuerzas para proseguir pero…en ese instante, a sus espaldas, un pequeño niño con el corderito entre sus brazos le preguntó:
-Señor! ¿Ha visto a mi mamá y a mis hermanos?. Quiero mostrarles a mi nuevo amigo.
La voz del niño fue luz rompiendo el hechizo. Cada palabra se fue prendiendo del negro poncho, desgarrándolo, despedazándolo y los ojos de fuego no alcanzaron a ver las lágrimas brillantes que rodaron por las mejillas rosadas porque se desgranaron sobre la olla dejando en libertad a cada uno de los prisioneros. El poncho se desintegró y nada quedó.
Todo volvió a la calma.
Nadie recordó jamás al hombre que perdió el poncho por la inocencia del pequeño niño.
Galardon Especial (Tercer premio complementario)
Mi Sentir
¡Pampa de Pocho!
Te despliegas perezosa
entre palmares y algarrobales;
entre aromas, silencios
y lastimeros churcales.
Tu silueta lujuriosa funde
el ritmo cadenciosos de tus ríos,
el rojo estridente de mil atardeceres
junto a la transparencia de tu cielo
fileteado de volcanes.-
¡Pampa de Pocho!
Bendita tierra tapizada de verdores,
embriagada por tus encantos
esperas pacientemente
el fruto de tus maizales
(Antología S.A.D.E 99 Poesía)
REMINISCENCIAS
Puchú, Puchú.
tu nombre de valiente
ha quedado hundido
en el corazón de la pampa pochana;
esa tierra bendita
que atesora mil batallas.
Tus huellas duermen
bajo los caminos polvorientos;
mientras brota quejumbrosa la sal
desde la profundidad de tus dominios.
Tu raza quedó escondida
bajo la alfombra de maizales
vertiendo la fuerza de un pueblo
ya desaparecido.
La misma luna,
el mismo sol,
las mismas sierras
que tus ojos absorbieron
para prenderse de tu corazón.
Puchú, Puchú,
el latido de tu pecho bravío
estalla cada atardecer
en su matiz enrojecido.
Mientras, el canto de tu tierra
duerme entre miles de palmares
sacudiendo sus crestas
sobre misteriosos pedregales.
(Traslasierra. Voces del 2.000. Antología)
CANTO A TANINGA
Taninga,
quiero pintarte
con brillos de estrellas,
con hebras de lunas.
Taninga,
deseo cantarte
con murmullo de agua
brincando de piedra en piedra.
Taninga,
quiero salpicar tus lomadas
con brisas de noches veraniegas.
Aquietarte con el frío de los inviernos
abrazada por el gélido viento sureño.
Taninga,
quiero alumbrar
la alfombra aterciopelada
de tus pastizales.
Quiero aunar el canto de los grillos,
de las chicharras
y el andar silencioso
de graciosas vizcachas.
Quiero pintarte con mis sueños
desatando mi canto
mientras cabalgo entre tus
cerros y lomadas.
(Traslasierra. Voces del 2000.
Antología)
DESCUBRIR
En esas noches pochanas,
acunada con el suave cantar de las chicharras,
descubrí la inmensidad
entre destellos de noches estrelladas.
Y aquí me encontré,
entre sierras y palmares,
bajo una luna dibujada.
Y aquí me quedé,
para el ver el verdor de los maizales,
para sentir la fragancia diáfana
de hierbas y algarrobales.
Pocho, Pocho !
Eres la tierra donde ha quedado mi simiente.
Un hijo que absorbe tu esencia tradicional,
las siluetas de tus cerros,
el color de tus amaneceres,
la transparencia de tus ríos
recorriendo caminos de piedra y sal.
(Traslasierra. Las voces del 2000 . Antología)