sábado, 29 de agosto de 2009

OBRAS GALARDONADAS DE LA AUTORA

CERTAMEN LITERARIO POESÍA, NARRATIVA E HISTORIOGRAFÍA

“ARAUCO, VOCES DEL TIEMPO – EDICIÓN 2.009”


GÉNERO: Reflexión

SIGLO XXI

Los acontecimientos de hoy en nuestro país son como ecos que se desprenden del pasado. Percibo los malones que levantan la polvadera entre el hierro y el cemento de las ciudades. El grito de impotencia buscando justicia se eleva descarnado serpenteando entre las calles, los campos arrasando escuelas, hospitales, todo.

El siervo desde su lugar desamparado, masticando el hambre, escupiendo desaliento se levanta feroz. El rey, instalado en el gobierno, mira, observa, se justifica, engaña, se resbala en promesas mientras sus bolsillos se llenan con el hambre, el dolor de los pobres.

El remington y el telégrafo del ayer cobran vida en la Televisión e Internet mostrando la realidad que ellos quieren desconcertando a los pusilánimes que no entienden.

Triste realidad de este siglo XXI donde la esclavitud ha puesto grilletes en el alma con la ignorancia, con la traición.

Distinción Huaymocacasta 2009

GÉNERO: Poesía contemporánea

Noche y soledad


Noche y soledad

muerden la escarcha del vidrio

que sostiene mi mirada.

El grito perdido en el tiempo

se monta sobre la lanza

y con furia loca

cabalga, cabalga.

La mirada de los indios

se dibujan

en los cristales de la escarcha

aflorando sus huellas

sobre la arena mojada.

Quedaron sus sueños,

quedaron sus esperanzas

tatuadas en las bardas

Sus lágrimas se derraman

tristemente en arroyos y aguadas.

Triste la soledad de la pampa.

Triste su llanto lastimero.

Triste el olvido

pegado en la escarcha

de los vidrios que me atrapan.

Noche y soledad

muerden la escarcha del vidrio

que sostiene mi mirada.

Mención de Honor “Huaymocacasta 2009”

GÉNERO: Cuento breve

El poncho maldito

En el rancho de don Rosendo, allí donde el diablo perdió el poncho, jugueteaban los tres hermanos. Dentro del corral construido de piedras, con el ir y venir de las cabras de todos los tamaños y colores, los pequeños desde lejos eran uno más del montón que gritaba y berreaba con las fuerzas que sólo se ve en el campo.

La madre, mujer rústica pero guapa como ella sola, ensimismada en el puchero que saltaba dentro de una enorme olla de hierro esperaba pacientemente a su hombre quien desde la madrugada había ingresado en el espeso monte.

Toda la tranquilidad de esa mañana de enero envolvía el entorno.

A lo lejos, haciendo crepitar las piedras del sendero, un hombre misterioso caminaba despacio pero firme frunciendo el entrecejo cubierto por el ala de un gran sombrero negro.

Su respiración rebotaba en cada uno de los árboles que se aglutinaban a los costados del camino asustando a los pájaros que volaban desde sus nidos. Más avanzaba y el silencio original se convertía en mordaza pegajosa.

En el rancho, la olla del puchero había ganado con el hervor rítmico la atención de la mujer, hipnotizándola. Las risas y los gritos de los chicos, poco a poco, se fueron metiendo en las burbujas hirvientes quedando el corral en una quietud fantasmal. Sólo el menor, de escasos dos años, distraído por un brioso corderito guardó sus risas mientras acariciaba la piel enrulada del animal. Los demás quedaron como suspendidos mientras el misterioso hombre atravesaba la tranquera.

El cielo se nubló y la negrura tapó sin piedad al rancho de Don Rosendo.

Con cada paso, las burbujas de la cocción atrapaban una partecita de la realidad. Más se acercaba, más hervía el contenido de la olla, hasta que con el último paso desplegó su negro poncho en toda su amplitud cubriendo la puerta del rancho. Sus ojos bajo el sombrero, como dos brasas candentes, se dirigieron hacia la pobre mujer inclinada sobre la olla que despedía gotones hirvientes cada vez más grandes.

Una risa espeluznante invadió la casa paralizando todo movimiento. Suspendidas en el aire, cientos de burbujas mostraban a cada uno de los seres que momentos antes disfrutaban de la mañana.

El hombre dio tres pasos pronto a cubrir las burbujas con su poncho. Todo el entorno estaba allí listo para ser guardado en el poncho maldito. Los ojos, la risa y su actitud de victoria le dieron más fuerzas para proseguir pero…en ese instante, a sus espaldas, un pequeño niño con el corderito entre sus brazos le preguntó:

-Señor! ¿Ha visto a mi mamá y a mis hermanos?. Quiero mostrarles a mi nuevo amigo.

La voz del niño fue luz rompiendo el hechizo. Cada palabra se fue prendiendo del negro poncho, desgarrándolo, despedazándolo y los ojos de fuego no alcanzaron a ver las lágrimas brillantes que rodaron por las mejillas rosadas porque se desgranaron sobre la olla dejando en libertad a cada uno de los prisioneros. El poncho se desintegró y nada quedó.

Todo volvió a la calma.

Nadie recordó jamás al hombre que perdió el poncho por la inocencia del pequeño niño.

Galardon Especial (Tercer premio complementario)



1 comentario:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Gladys: interesante cuento breve. Me gustó muchó. Merecido Galardón. Un abrazo de,

Mi Sentir

Poemas en homenaje a la tierra que me adoptó:Pocho, departamento del oeste cordobés en Argentina.

¡Pampa de Pocho!
Te despliegas perezosa
entre palmares y algarrobales;
entre aromas, silencios
y lastimeros churcales.

Tu silueta lujuriosa funde
el ritmo cadenciosos de tus ríos,
el rojo estridente de mil atardeceres
junto a la transparencia de tu cielo
fileteado de volcanes.-

¡Pampa de Pocho!
Bendita tierra tapizada de verdores,
embriagada por tus encantos
esperas pacientemente
el fruto de tus maizales


(Antología S.A.D.E 99 Poesía)


REMINISCENCIAS

REMINISCENCIAS

Puchú, Puchú.
tu nombre de valiente
ha quedado hundido
en el corazón de la pampa pochana;
esa tierra bendita
que atesora mil batallas.
Tus huellas duermen
bajo los caminos polvorientos;
mientras brota quejumbrosa la sal
desde la profundidad de tus dominios.

Tu raza quedó escondida
bajo la alfombra de maizales
vertiendo la fuerza de un pueblo
ya desaparecido.
La misma luna,
el mismo sol,
las mismas sierras
que tus ojos absorbieron
para prenderse de tu corazón.

Puchú, Puchú,
el latido de tu pecho bravío
estalla cada atardecer
en su matiz enrojecido.
Mientras, el canto de tu tierra
duerme entre miles de palmares
sacudiendo sus crestas
sobre misteriosos pedregales.
(Traslasierra. Voces del 2.000. Antología)


CANTO A TANINGA

CANTO A TANINGA

Taninga,
quiero pintarte
con brillos de estrellas,
con hebras de lunas.

Taninga,
deseo cantarte
con murmullo de agua
brincando de piedra en piedra.

Taninga,
quiero salpicar tus lomadas
con brisas de noches veraniegas.

Aquietarte con el frío de los inviernos
abrazada por el gélido viento sureño.

Taninga,
quiero alumbrar
la alfombra aterciopelada
de tus pastizales.
Quiero aunar el canto de los grillos,
de las chicharras
y el andar silencioso
de graciosas vizcachas.

Quiero pintarte con mis sueños
desatando mi canto
mientras cabalgo entre tus
cerros y lomadas.
(Traslasierra. Voces del 2000.
Antología)



DESCUBRIR

DESCUBRIR
Velia Villarreal

En esas noches pochanas,
acunada con el suave cantar de las chicharras,
descubrí la inmensidad
entre destellos de noches estrelladas.

Y aquí me encontré,
entre sierras y palmares,
bajo una luna dibujada.


Y aquí me quedé,
para el ver el verdor de los maizales,
para sentir la fragancia diáfana
de hierbas y algarrobales.

Pocho, Pocho !
Eres la tierra donde ha quedado mi simiente.
Un hijo que absorbe tu esencia tradicional,
las siluetas de tus cerros,
el color de tus amaneceres,
la transparencia de tus ríos
recorriendo caminos de piedra y sal.

(Traslasierra. Las voces del 2000 . Antología)